Decía Pablo Picasso que había tardado ochenta años en aprender a pintar como un niño. Deberíamos sentirnos afortunados de poder vivir en casa con un niño, de aprender cada día a ver el mundo a través de sus ojos. Descubrir en el paseo de la tarde como el viento mueve las hojas de los árboles. Sentir como las olas vienen y van mojándonos los pies. Convertir un palo en una espada, una piedra en un tesoro, un caracol en un amigo. Los niños disfrutan cada instante. No piensan que hoy es lunes, que hay que trabajar... las preocupaciones de los adultos nada tienen que ver con ellos. Sus preocupaciones son muy distintas a las nuestras ¿por qué sale la luna? ¿por qué se escapa volando la paloma? ¿vendrá el monstruo de los sueños? Son preguntas que muchas veces nos dejan a los padres sin palabras. Intentamos darles una explicación científica, una explicación sencilla o un pensamiento que calme su inquietud. Pero sus ganas de aprender no cesan, siempre siguen preguntando ¿por qué?¿por qué? ¿por qué? Y nuestro egocentrismo de adultos nos hace pensar que nos están retando, que buscan cansarnos ¡qué son unos pesados! y respondemos sin ganas, con palabras vacías, respuestas rápidas hasta que de pronto un día dejan de preguntar. Y nos sentimos tranquilos y pensamos que ha pasado una etapa, que la hemos superado. Y de pronto, ese pequeño al que un día descubrimos su primer diente se hace mayor.
El otro día hablamos del asombro. Los niños saben mucho de asombrarse, todo lo ven por primera vez. La llegada de un tren, el ruido de una excavadora, la luz de una linterna. Hasta la cosa más simple puede llamar su atención. Se asombran con facilidad, por desgracia los adultos hemos perdido esa capacidad, la hemos dejado de sentir a base de no escucharla, de seguir con lo que estamos haciendo, de andar siempre con prisa. Desarrollar de nuevo la capacidad del asombro es complicado por eso es bueno contar con la ayuda de un niño. Sus sorpresas, sus asombros, sus distracciones, nos sirven de guía para ver más allá, para aprender a mirar de otra forma. No desaprovechemos la oportunidad de descubrir el mundo de la mano de un niño.
Que la urgencia del día a día no nos impida disfrutar de las cosas importantes de la vida.
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