Ya conocemos las diferentes categorías de inteligencias establecidas por H. Gardner y como estas inteligencias pueden desarrollarse con la práctica y el estímulo apropiado. Esto es lo que vamos a tratar de explicar en el artículo de hoy ¿cómo podemos favorecer el desarrollo de las diferentes inteligencias que poseemos? (y que poseen nuestros hijos).
En el desarrollo de las inteligencias influyen tres factores principales:
1. Dotación Biológica: incluye factores genéticos o hereditarios y los daños o heridas que el cerebro haya podido sufrir, antes, durante o después del nacimiento.
2. Experiencia Personal: intervienen todos los factores que afectan a la vida del individuo: padres, profesores, amigos y todas las personas que ayudan a desarrollar las inteligencias o no.
3. Experiencia Cultural: incluye la época y cultura donde ha nacido una persona. El desarrollo cultural o histórico de ese lugar al que el individuo pertenece.
En cada uno de estos tres factores existen experiencias cristalizantes (que activan el desarrollo de las distintas inteligencias) y experiencias paralizantes (que desactivan su desarrollo). Howard Gardner utiliza estos términos para referirse a aquellas situaciones que ocurren en un momento de nuestra vida pero que se quedan grabadas en nuestra mente de forma tan profunda que son capaces de desencadenar el amor por el arte el día que nuestra madre apreció con cariño uno de nuestros dibujos o hacernos aborrecer las matemáticas desde el instante que un profesor se burló de nuestros errores.
Hay muchas situaciones que actúan de activador o desactivador, es imposible abarcarlas todas. Tampoco debe preocuparnos excesivamente el hecho de aportar a nuestros hijos todo el material necesario para desarrollar las ocho inteligencias y saturárlos con actividades extraescolares y de refuerzo (música, gimnasia, informática, taller de escritura, inglés, cálculo...) Basta con atender las necesidades de cada momento, conocer sus fortalezas, reforzarlas y a través de ellas desarrollar las demás. Por ejemplo, es difícil que un niño desarrolle amor por la música si en su casa nadie toca un instrumento musical (acceso a mentores). No vamos a comprar un piano "por si acaso" pero si hay muchas actividades sencillas y divertidas para estimular el desarrollo de la inteligencia musical, por ejemplo acudir a una tienda de instrumentos musicales, dejar al niño observar los distintos instrumentos, incluso tocarlos (si nos lo permiten), ir a un concierto o simplemente escuchar música atentamente en casa (pero no de fondo, atentamente) son actividades que favorecen y enriquecen nuestras vidas. El de la música es solo un ejemplo pero puede extrapolarse a la lectura, el deporte, el arte, los juegos lógicos.
Debemos buscar formas para desarrollar las distintas capacidades de nuestros hijos de forma divertida y amena, conociendo sus preferencias y ofreciéndoles otras opciones, otros puntos de vista. Ofrecerles la oportunidad de que surja esa experiencia cristalizadora, esa chispa que enciende la pasión por una actividad que continúa hasta la madurez. Por otra parte, conviene recordar que debemos evitar las etiquetas, las situaciones que puedan crear en los niños vergüenza o culpabilidad, el miedo o la ira. Es conveniente hablar con los niños de sus sentimientos, mostrarles formas de canalizar su frustración (inteligencia emocional) y no negar sus sentimientos ("pero no llores, si no es nada") ni tampoco reprocharselos ("tan mayor y llorando") creando situaciones que impiden que las inteligencias se desarrollen de forma adecuada.
Ofrezcamos a los niños nuestro amor incondicional.
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