Son tantas las razones para no escolarizar (al menos en España) que la pregunta muchas veces me sorprende. Mucha gente se piensa que simplemente queremos estar fuera del sistema, que nos creemos más listos que nadie o que somos unos vagos y no queremos madrugar para llevar a nuestros hijos al colegio. La gente no se da cuenta de lo complicado que es renunciar a un sueldo para poder educar a tus hijos como te dicta el corazón. Lo duro que es nadar contracorriente.
Todo el trabajo que conlleva, la búsqueda de materiales, recursos, actividades. No dejamos a nuestros hijos sentados en el sofá viendo la tele. Nuestros hijos juegan y aprenden a su ritmo. Son amados y respetados hasta un punto que algunas personas ancladas en falsas creencias del pasado creen desproporcionado.
Pero existen límites, claro, sería imposible sobrevivir sin ellos, pero son límites distintos a los de otras familias. No vamos a ponernos a gritar al niño por que no coma, lo que queremos es que aprenda a disfrutar de la hora de la comida. No vamos a reírnos del niño porque no pueda dormir con la luz apagada, lo que haremos será acompañarle en sus momentos de miedo aunque eso suponga estar tres horas leyendo cuentos y cantando cancioncillas antes de dormir. No vamos a obligarle a competir, lo que queremos es que aprenda a compartir. No vamos a forzar su desarrollo con fichas de aprendizaje repetitivas, lo que queremos es que ame los libros, que desee aprender, que juegue a investigar. No vamos a frenar su espíritu sentándolo en una silla, lo que queremos es que salte, juegue, baile y se divierta libremente y que duerma y descanse, también, todo lo que su cuerpo necesite.
No vamos a imponerle diariamente el ritmo de vida adulto, lo que queremos es que se desarrolle a su tiempo, que aprenda a escuchar su cuerpo, a seguir su instinto, a tener en cuenta sus intuiciones.
En definitiva: vivir, amar y disfrutar. El mundo no tiene por que ser un valle de lágrimas.
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