Es muy normal presenciar la escena de una niña llorando
porque quiere algo y de su madre o de cualquier otra persona adulta que la acompañe diciendo “no vas a
manipularme con tus lágrimas” (o alguna frase por el estilo). A mí, no deja de
sorprenderme que niños tan pequeños, con solo cinco o seis años de experiencia
vital sean capaces de manipular a personas de treinta o cuarenta años. Los
niños no manipulan: Piden. Piden lo que desean cuando lo desean y es nuestra
falta de empatía, nuestra incapacidad para comprender las necesidades de otra
persona, la que lleva a pensar que los niños manipulan. A veces incluso se les niegan las cosas para que aprendan que la
vida no es fácil ¡a los seis años!
¿Es eso lo que queremos transmitir a nuestros
hijos? Que hay que aprender a ceder, a obedecer, a olvidar nuestros propios
deseos. ¿Eso es lo que queremos? Adultos sumisos, obedientes, sin sueños.
Frustrados desde pequeños a una vida que es oscura y peligrosa ¿es así la vida?
Por supuesto que no estoy hablando de dejar a los niños hacer lo
que quieran. Los adultos debemos ser una guía, una ayuda, un apoyo, no un
sin fin de deberes y prohibiciones (haz esto/no hagas esto) sin otra explicación más que “porque lo digo yo que soy tu madre” (luego pasará a por qué lo digo yo
que soy tu profesor, tu jefe, tu esposa, tu marido…) si un niño pide un
caramelo no es lo mismo que si pide beber cerveza. Ante la primera opción, probablemente, terminaremos cediendo tras media hora de lagrimas, tirones de
abrigo, pucheros (cada niño tiene su repertorio) En cambio si un niño se acerca
a una botella de alcohol el grito de
alarma de la madre será tal que al niño no le cabrá la menor duda de que eso no
se toca (por supuesto siempre tiene que estar en un sitio que el niño no pueda
acceder, los accidentes caseros son muy peligrosos en niños pequeños, es un
ejemplo llevado al extremo)
Lo malo es que a veces los padres nos negamos al caramelo, cuando lo pide el niño, y
luego lo utilizamos para que el niño este callado en un bar ¿no es eso
arbitrariedad por parte del adulto? La prohibición genera más deseo por lo
tanto es mejor decir uno y no hay más que aguantar media hora de llanto para acabar
dándole el caramelo con el riesgo que nos lo tire a la cabeza ¡Encima de que te
doy el caramelo! ¿No es lo que querías? -¡Si mamá, hace media hora! Ahora te lo
metes por donde te quepa ya no quiero tu caramelo ni nada tuyo. Este
pensamiento que podría ser de un adolescente es lo que yo me imagino que piensa un bebe de
entre tres y seis años cuando le negamos algo sin mucho sentido para luego dárselo. Esta situación genera mucha frustración tanto en los
padres como en los hijos y lo mejor es evitar llegar a que se genere tal
cantidad de estrés que nos lleve a unos y otros a perder el control.
¿Cómo
evitamos estas rabietas? Digo de ante mano que algunas son inevitables, normalmente cuando el niño está cansado, todos los padres lo hemos vivido alguna vez, pero también pueden darse ante un comportamiento "peligroso" por parte del niño, por ejemplo, si se empeña en cruzar con el semáforo en verde tendrá que ser detenido si o
si, a la fuerza, con decisión, aquí ningún padre dudará, pero en cambio, un niño que lo que quiere es dar al botón para
que el semáforo se ponga rojo y se pone a llorar porque papá lo ha dado
antes porque tiene prisa por llegar a casa... pues esta rabieta se puede evitar.
No debemos tener prisa con nuestros hijos, debemos dejarles hacer las cosas que
pueden y quieren hacer aunque eso nos suponga llegar tarde siempre. Que esperen
los adultos que para eso tienen experiencia vital para saber que no pasa nada
por esperar. Un niño, en cambio no tiene experiencia vital suficiente, no tiene
pasado y no ha oído hablar del futuro. No entiende eso de “hoy te visto yo que vamos
con prisa” sí, cuando con dos años y medio o tres los niños empiezan a querer vestirse o
desvestirse solos, se generan muchas situaciones de estrés. El niño quiere
ponerse el pantalón, la madre tiene prisa y se lo quiere poner ella, la tensión
sube de nivel, empieza el llanto, puede que incluya pataleta por parte del niño, la
madre grita… y bueno al final como se puede se pone el pantalón y todos con
nervios para toda la mañana.
Tengo comprobado, por experiencia propia, que un
niño tarda lo mismo en ponerse los pantalones él solito que lo que tarda una
madre en ponérselo a un niño con rabieta, lo que cambia es el resultado. Uno
sale feliz y fortalecido de la satisfacción de ser capaz de vestirse solo y
el otro humillado y gritado sin saber por qué envuelto en lágrimas y castigado
sin postre (probablemente) y teniendo que e escuchar a su madre decir a todo el
mundo “hoy tiene el día tonto, ya desde por la mañana”
Esta historia puede
repetirse varias veces y en ambas cada vez el tiempo se irá reduciendo. En la
primera situación porque el niño aprende a vestirse solo cada vez mejor, es
feliz y autónomo, poco a poco más independiente de la madre, en la segunda
porque el niño se da cuenta de que su opinión no importa, mamá lo hace mejor y
más rápido, perderá interés en aprender y en hacer las cosas por sí mismo, volviéndose
cada vez más dependiente. Este ejemplo se ve muy fácilmente a la hora de dar de
comer a los niños. Hay niños que con tres años comen solos (sin cortar con
cuchillo, claro) en cambio otros tienen cinco y todavía hay que darles con la
cuchara ¿Por qué? Por las prisas. La sociedad actual nos lleva en una vorágine
de velocidad de la que es difícil escapar y de la que niños (y ancianos) son
las principales víctimas. Un niño al que no se ha dejado practicar con la
cuchara desde pequeñito difícilmente mostrará interés en aprender su
funcionamiento más adelante, obviamente sabe utilizarla, pero no quiere.
Todos
hemos visto capítulos de "supernany" con madres sorprendidas por que sus hijos se
visten y comen solos. Yo me pregunto ¿alguna vez les habían dejado demostrar sus
habilidades? No me gusta el método conductista de "supernany" pero he de
reconocer que llegados a unos extremos funciona, lo importante está en no
llegar a esas situaciones donde deben tomarse medidas correctivas del
comportamiento a través de técnicas más propias del adiestramiento animal que
de la educación humana y aquí entra en juego la crianza en el respeto, la
crianza consciente, una crianza que tiene un cuenta los tiempos del niño por
encima de los tiempos de los adultos.
Puede que alguien piense que es difícil,
es difícil si no sabemos comunicarnos con nuestros hijos, si nos mostramos ante
ellos como autoridad total, con la prepotencia de saber mejor que ellos lo que
quieren. Entonces, sí es difícil.
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