La gente quiere que los niños
aprendan a tener paciencia, que aprendan a esperar su turno para jugar en el
parque, a esperar para tener un juguete, que aprendan a compartir… Pero las
bondades de la paciencia deben valer
solo para los niños, en la edad adulta todos estos aprendizajes que nos parecen
fundamentales para los niños, desaparecen. Queremos que los niños tengan
respeto y paciencia pero no les ofrecemos ni lo uno ni lo otro. Les metemos
prisa para que coman, para que se vistan, hasta para que jueguen, en los parques se ven numerosos
ejemplos de la impaciencia que se tiene con los niños.
El caso es que el nivel de estrés
o, tal vez de exigencia, que tienen algunos padres hacia sus hijos hacen que la
infancia se convierta en una tortura que mejor parsar de prisa como un mero
trámite. Y es que por algún
motivo los padres parece que nos sentimos impacientes por que nuestros hijos
crezcan.
La mamá que lleva a su bebé en el
carrito preguntará a la mamá del bebé del arenero ¿cuántos meses tiene? 8
responde – con ocho ya juegan - murmura la mamá novata, feliz por que piensa que
así sus tardes en el parque serán menos aburridas, sin darse cuenta de que el
aburrimiento está en ella misma y no en la actividad de su hijo, que la reclama
desde el carrito con gestos y sonrisas pero al que no cogerá bajo ningún concepto
“para que no se acostumbre a los brazos”.
Y de pronto, creció.
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