Educar en la emociones: Ritual del agradecimiento

En una entrada anterior, compartíamos un artículo que nos invitaba a reflexionar y practicar algunas actitudes para que la crianza de nuestros hijos, además de respetuosa, sea consciente en los valores que queremos trasmitirles.
Se nos invitaba a hacer un ritual de agradecimiento con nuestros hijos para aumentar su círculo de "preocupación" (término usado por  Stephen  R. Covey en su libro los 7 hábitos de las personas altamente eficaces).
Nosotros, hace tiempo que hacemos algo parecido, como familia Cristiana ( y queriendo ser coherentes con nuestras creencias y valores), cada noche, al acompañar a nuestro hijo en la rutina de ir a la cama, rezamos una oración (el Padre Nuestro de los niños) y terminamos dando gracias a Dios o pidiéndole por algo o por alguien.
No es necesario que seáis creyentes si queréis compartir este momento en familia (hay muchas maneras de hacerlo y creo que cada uno  desde sus creencias intenta trasmitir valores universales, los que son importantes para ellos, a sus hijos).
Es un momento especial, en el que mi hijo (de tan solo 4 años) no deja de sorprenderme y de exteriorizar emociones que ha vivido (también podéis hacer otros juegos como te cuento mi día).  Él pide por esa persona que vimos sin hogar, por aquella que estaba enferma, incluso hoy, ha dado gracias por los señores que estaban trabajando donde hemos comprado el helado y ha pedido porque durmieran bien (después de esto he querido sentarme a escribir y compartirlo con todos vosotros, porque ni yo había reparado en aquellas personas; mi petición había sido por todas las personas que trabajan en el cole, por las que le cuidan cuando yo no estoy, por quien prepara la comida para él...).  Esta la parte esencial de este ritual,  él es capaz de pensar en esas personas, de pedir o dar gracias por ellas, porque es empático con ellas, las valora, y percibe de que están realizando un trabajo, las respeta y son alguien para él.

Desde mi punto de vista educar la parte emocional es tan importante (o más) que la cognitiva, y con estos pequeños detalles podemos hacerlo.  El tiempo que pasamos con nuestros hijos, las actividades que compartimos, cada minuto con ellos cuenta y educa.

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